miércoles, 22 de abril de 2009

Newton, según Unamuno




Una noche, sacudiendo por el momento el sueño crónico y antes de entregarse al otro, susurra Marina unas palabras al oído de Avito, la abraza éste sin poder contenerse y no duerme en toda la noche. Ya está en función el pedagogo.
-¡Vamos, Marina, un poco más de alubias!...
-¡Pero si no me apetecen!...
-No importa, no importa… Ahora tienes que comer más con la reflexión que con el instinto, más con la cabeza que con la boca… Vamos, un poco más de alubias, alimento fosforado…, fósforo, fósforo, mucho fósforo es lo que necesita…
-Mira que luego no voy a poder con la chuleta…
-¿La chuleta? ¡No importa! ¿Carne? No; la carne aviva los instintos atávicos de barbarie… ¡Fósforo!, ¡fósforo!

Y Marina se esfuerza por hartarse de alubias.

-Y luego acabaré de leerte la biografía de Newton… ¡Qué gran hombre!, ¿no te parece? ¿No te parece que era un gran hombre Newton?
-Sí.
-Piensa bien qué gran hombre era… Si saliese nuestro hijo un Newton… -y agrega para sí-: “Me parece que estoy sugestivo… así, así…”. […]

Amor y Pedagogía, Miguel de Unamuno (¡Qué gran visionario!), 1902

1 comentario:

Burgomaestre dijo...

Unamuno, ¡qué gran atleta!


¿Verdad?