Llega Carlos IV a su casa. Cuelga la corona en el perchero que hay en la entrada y suelta el cetro sobre el aparador.
- Ya he llegado cariño. No te imaginas con quién he hablado hoy en el curro. ¿Cariño? ¡María Luisa!
Se asoma a un cuarto lateral.
-¡Ah, estás en el dormitorio real! ¡Y también mi fiel Godoy! La reina te ha dicho que pruebes el colchón. ¿Es cómodo, verdad? Ay Godoy, siempre estás preocupado por el bienestar de tu monarca, por eso te contraté. ¡Ah, por cierto, traigo un notición! Hoy he parlamentado con Napoleón. Bueno, no con él, sino un embajador suyo, pero es como si hubiese sido con él. Me ha pedido permiso para entrar en España con sus tropas para invadir Portugal, y nos van a dar parte como pago. Me lo ha pedido a mí, el rey de España. Y tu madre decía que soy un calzonazos. Ja. Godoy, tranquilo, sigue ahí, no hace falta que te levantes por mí. Me voy a contárselo al niño. Napoleón, que gran hombre, figuradamente hablando, claro.
Cierra la puerta y se va al centro del salón.
- ¡Fernandito! ¡Fernandito! Baja un momento, hijo.
- ¿Qué quieres?
- Hoy tu padre ha vuelto a meter a España en Europa, y por la puerta grande.
- Vale.
- ¿Dónde crees que vas?
- A la calle, con mis colegas.
- ¿Has terminado tus deberes de cetrería y bailes de salón?
- No, pero...
- Nada de peros, así no llegarás a ser un gran rey. Hasta que no los termines no saldrás.
- ¡Jo papá! Que vamos a quemar unas brujas, y me voy a llevar a Goya para que haga unos grabados para colgarlos en la Plaza Mayor. Así las nenas verán nuestras fechorías y podremos fardar y adoptar posturas arrogantes delante de ellas.
- He dicho que no, hijo. Cuando seas monarca me lo agradecerás. Y deja de usar ese paletó o el pueblo acabará haciendo una canción.
- Te odio. Te juro que algún día conspiraré para deponerte.
Fernando sube corriendo las escaleras y se encierra en su cuarto dando un portazo. Se escucha música de un clavicémbalo y violas da gamba.
- ¡Fernando, baja el volumen de tu orquesta de cámara! Qué horror, esta modernez barroca no es música, sólo ruido. Pobre muchacho, no sabe que en España nunca ha sido destronado ningún rey por su propio hijo, ¿acaso voy a ser yo el primero? Además soy amigo de Napoleón. Y tengo a mi fiel Godoy; qué atento es conmigo y con la reina. Ahí dentro sigue, preocupado por mi comodidad. Desde luego Carlos, eres un tío con éxito. Ya lo estoy viendo, seguro que paso a la historia como Carlos IV "el triunfador". Y mi suegra me llamaba calzonazos...
miércoles, 11 de febrero de 2009
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1 comentario:
jajajaja muy buenoª
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