martes, 18 de noviembre de 2008

Caracterización de un Filtro-Gato

Siguiendo con el modus operandi de Monty, caracterizando matemáticamente entes hasta ahora no definidos como tales, toca ahora analizar otra deidad más tangible (cuando se dejan): los gatos (Felis Silvestris Catus).

En nuestro sistema a estudiar (lo sé, “nombre ‘a’ infinitivo” es un galicismo, pero me encanta mancillar nuestra lengua) podemos considerar tanto las entradas (caricias, comida, entorno del felino,…) como las salidas (ronroneo, maullido, arañazos, arañazos, bocados y más arañazos) como continuas en el tiempo, ya que incluso ante entrada nula, un gato nunca deja de generar salidas, lo que en castellano viejo se denomina “dar por culo”. Por tanto, un gato es un sistema en tiempo continuo.

Un gato es un sistema con memoria o dinámico. Aunque es cierto que si algo caracteriza a un gato es su repetitividad ( ya puedes haber entrado a tu casa cinco minutos antes, que si sales y vuelves a entrar te recibirá exactamente igual, haciendo cada paso de su ritual: maullido, ponerse detrás de la puerta, levantar la cola, hacer ochos en torno a tus piernas y rozarse con todo el mobiliario que encuentre a su camino para posteriormente ignorarte hasta la hora de la cena, por ejemplo) no menos verdad que el comportamiento de un gatil depende de muestras pasadas y aprende (lo que le da la gana).

Pero incluso podríamos decir más aún: la respuesta de un gato no sólo depende de sus estímulos en instantes anteriores, sino que también de los futuros. Su comportamiento será uno u otro según lo que le convenga en un futuro a medio y corto plazo.
Por tanto, un gato es un sistema no causal.

No es posible encontrar un sistema que, tomando como entrada la respuesta de un felino, genere una señal igual a la entrada al primer sistema. Por tanto, un gato es un sistema no invertible. No es posible, por ejemplo, encontrar un sistema que mediante un ronroneo, genere una caricia. Aunque bueno, pensándolo bien, perversiones las hay muchas, variadas y de lo más bizarras, así que se deja este estudio para otra ocasión, ya que se sale de los límites de este estudio.

Un gato es impredecible. Nunca sabes cómo va a reaccionar este animal por dos motivos: porque hacen lo que les viene en gana y porque son más chantajistas emocionales que una suegra en navidad. Eso sí, al igual que éstas, tiene la misma mala leche acá que allá, y van a joder el sofá de tu casa, el de casa de tu novia o el del mismísimo Papa de Roma. Por tanto, son variantes en el tiempo pero invariantes en el espacio.

Por último, un gato no es lineal (salvo en la respuesta al estímulo comida) y no es estable.

Con todo esto, sumado a varias pruebas experimentales, podemos llegar a las siguientes conclusiones:

- El gato no recibe órdenes. Hace lo que le da la real (o republicana) gana.

- El gato es inteligente, mucho más que el perro: “a ver si tienes cojones de convencer a cinco gatos de que tiren de un trineo” (by danibishop)

- El gato es más vago que tú, es el funcionario del reino animal. Olvídalo, no te va a traer el periódico.

- El gato no es tu mascota. Tú eres la suya (by Monty).

- El gato no destroza muebles por destrozar. Forma parte de un misterioso y turbio entramado vinculado a Ikea para que renueves tus muebles cada 2 años.

- El gato tiene seguramente más de un polo fuera del círculo unidad.


Imagen: dos filtros en cascada

2 comentarios:

S dijo...

Jajajajaja
Muy bueno y muy cierto.

El señor Ríder dijo...

Me he partido, macho, si es que no hay nada como tener un gato para ir corroborando cada una de las propiedades que has mencionado.

Lástima que no hayas dicho la convolución que hacen los bichejos entre su propio cuerpo y las mantitas

¿De Hilbert no hay nada?