sábado, 1 de noviembre de 2008

Diálogos bizarros I: sobre monjas, chuletitas y macramé

Viandante:  Disculpe, señor, ¿me puede indicar dónde está la carnicería “el corderito jugoso”? .

Vendedor:  No lo sé, pero tal vez le interesen estos fantásticos adornos de macramé. 

Viandante:  La verdad es que es un encaje muy fino… delicadísimo diría yo, pero no me interesa. Lo que busco son chuletitas. 

Vendedor:  Piense lo elegante que quedaría un plato de chuletas con su mantelito de macramé. Seguro que se liga a todas las octogenarias del barrio. 

Viandante:  Sin duda suena tentador, todo un dandi como yo con una mantelería como esa… pero soy un hombre casado, no creo que… 

Vendedor:  ¿Ha visto cómo está la Jacinta? La edad, la gravedad y las penurias de la guerra civil han hecho estragos en sus encantos, vamos, que una persona con malicia emplearía el término “colgones”… pero esa vieja tiene un buen par de meneos… 

Viandante:  ¡Oiga!, sin faltar, ¡que la Jacinta como usted la llama es mi abuela! .

Vendedor:  ¡Y además incesto!. Le regalo el macramé a condición de que después me lo cuente. 

Viandante:  Un macramé tan fino… estoy dudando… ¿es hecho a mano? .

Vendedor:  No, hecho a pie en un convento de monjas de clausura mancas. Trabajé allí como jardinero. 

Viandante:  …ya no hay mujeres como esas… auténticas artesanas del macramé con los pies.

¿Y una monja de esas no querría venir a mi casa para ver lo bien que quedan sus manteles en mi mesa con mi vajilla? Le podría preparar chuletitas… 

Vendedor:  Se puede estudiar.

 Viandante:  Si me diera algún teléfono o concertara un encuentro casual igual estaría interesado en su macramé.

Vendedor:  Le puedo dar la dirección de su web cam, pero son 3€/min. 

Viandante:  Eso no es dinero, si es cierto lo que me cuenta… ¿realmente son mancas?. 

Vendedor:  De las dos manos. Tienen el sello de AENOR  asegurando que sus muñones cumplen la normativa UNE. ¿Pero usted no estaba casado?. 

Viandante:  ¿Alguna es atleta paralímpica?, Porque eso merecería comprar muchísimo macramé… una colcha de matrimonio de macramé, ¡un toldo para el porche de macramé!. 

Vendedor:  Una participó en las pornolimpiadas de Pigalle ´69, créame, cuando empiece a comprar macramé, querrá hasta un paracaídas.

 Viandante:  Lo que haga falta, pero ¡dígame más, que estoy que no vivo en mí!. 

Vendedor:  Y ve esto. Es el preservativo de macramé que Napoleón compró para seducir a Josefina. 

Viandante:  ¿Está limpio?. 

Vendedor:  Digamos que un experto en genética podría hacer con esto un clon del pequeño corso. 

Viandante:  Pero… a su edad, la monja no me dará ninguna sorpresa aunque no use esto, ¿no?. Aunque bueno… nunca te debes fiar de una monja, no se sabe qué te puede pegar… 

Vendedor:  En el siglo XVII se le llamaba a las sífilis “el regalo de la monja”.

 Viandante:  Pues me lo quedo, que nunca se sabe.

¿Y conoce algún motel donde pueda prepararme mi pequeña fiesta con la sor esta?. 

Vendedor:  Le veo a usted muy verde. ¿No conoce el encanto de una celda fría con un catre de madera y los ojos del Señor del crucifijo mirándote?. 

Viandante:  ¿Y ella accederá a…?. 

Vendedor:  A un padrenuestro, tres avemarías, algún jesusito de mi vida y lo que se tercie. 

Viandante:  Yo soy más de jaculatorias…

[...]

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