Viandante: Disculpe, señor, ¿me puede indicar dónde está la carnicería “el corderito jugoso”? .
Vendedor: No lo sé, pero tal vez le interesen estos fantásticos adornos de macramé.
Viandante: La verdad es que es un encaje muy fino… delicadísimo diría yo, pero no me interesa. Lo que busco son chuletitas.
Vendedor: Piense lo elegante que quedaría un plato de chuletas con su mantelito de macramé. Seguro que se liga a todas las octogenarias del barrio.
Viandante: Sin duda suena tentador, todo un dandi como yo con una mantelería como esa… pero soy un hombre casado, no creo que…
Vendedor: ¿Ha visto cómo está
Viandante: ¡Oiga!, sin faltar, ¡que
Vendedor: ¡Y además incesto!. Le regalo el macramé a condición de que después me lo cuente.
Viandante: Un macramé tan fino… estoy dudando… ¿es hecho a mano? .
Vendedor: No, hecho a pie en un convento de monjas de clausura mancas. Trabajé allí como jardinero.
Viandante: …ya no hay mujeres como esas… auténticas artesanas del macramé con los pies.
¿Y una monja de esas no querría venir a mi casa para ver lo bien que quedan sus manteles en mi mesa con mi vajilla? Le podría preparar chuletitas…
Vendedor: Se puede estudiar.
Vendedor: Le puedo dar la dirección de su web cam, pero son 3€/min.
Viandante: Eso no es dinero, si es cierto lo que me cuenta… ¿realmente son mancas?.
Vendedor: De las dos manos. Tienen el sello de AENOR asegurando que sus muñones cumplen la normativa UNE. ¿Pero usted no estaba casado?.
Viandante: ¿Alguna es atleta paralímpica?, Porque eso merecería comprar muchísimo macramé… una colcha de matrimonio de macramé, ¡un toldo para el porche de macramé!.
Vendedor: Una participó en las pornolimpiadas de Pigalle ´69, créame, cuando empiece a comprar macramé, querrá hasta un paracaídas.
Vendedor: Y ve esto. Es el preservativo de macramé que Napoleón compró para seducir a Josefina.
Viandante: ¿Está limpio?.
Vendedor: Digamos que un experto en genética podría hacer con esto un clon del pequeño corso.
Viandante: Pero… a su edad, la monja no me dará ninguna sorpresa aunque no use esto, ¿no?. Aunque bueno… nunca te debes fiar de una monja, no se sabe qué te puede pegar…
Vendedor: En el siglo XVII se le llamaba a las sífilis “el regalo de la monja”.
¿Y conoce algún motel donde pueda prepararme mi pequeña fiesta con la sor esta?.
Vendedor: Le veo a usted muy verde. ¿No conoce el encanto de una celda fría con un catre de madera y los ojos del Señor del crucifijo mirándote?.
Viandante: ¿Y ella accederá a…?.
Vendedor: A un padrenuestro, tres avemarías, algún jesusito de mi vida y lo que se tercie.
Viandante: Yo soy más de jaculatorias…
[...]
No hay comentarios:
Publicar un comentario