Siete de la tarde. Suena el teléfono fijo. Sí, sí, el fijo. Eso que se usaba antes de que inventaran los móviles.
¡Ring, ring!
David: (Comprobando el extraño número de la pantallita del fijo). ¿Diga?
Vocecilla: Hola, buenas tardes, le llamo de $compañía para comunicarle que tenemos cobertura completa en su siudad.
David: Uy, mira qué bien.
Vocecilla: Sí, a ver, es usted $nombre $apellido, ¿verdad?
David: Sí.... sí sí sí.
Vocecilla: Para informarle de la oferta, le voy a haser unas preguntas. ¿Usted tiene línea ADSL en casa?
David: (mientras chatea por Facebook). No, la verdad es que no, señorita. (ruido de teclas)
Vocecilla: Ah, bueno, pero al menos tiene línea telefónica. ¿Cuánto paga?
David: ¿Línea telefónica? (Con extrañeza) No, no, no, yo no tengo nada de eso.
Vocecilla: Sí, este... Me refiero a línea de teléfono de su casa, la línea con la compañía...
David: No, señorita, yo ... yo no tengo teléfono en casa.
Vocecilla: Bueno, no en su casa, donde sea... Al teléfono este que estoy llamando, señor $apellido.
David: (Con temple y desbordando sinceridad) No, le repito que usted se equivoca, ya me gustaría a mí, pero en casa, en esta casa, no hay teléfono. Vamos que nosotros no usamos de eso.
Vocecilla: ¿No hay teléfono? ¿Entonses dónde estoy llamando?
David: La verdad es que no sé. (Largo silencio) No lo entiendo (con asombro). Igual se ha equivocado.
Vocecilla: (con voz de no entender nada) Ah, pues... buenas tardes.
Ti-ti-ti-ti-ti....
jueves, 4 de marzo de 2010
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